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Historia socioambiental de ‘Un Salto de Vida’ y del territorio

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Cataratas de Juanacatlán, conocidas como “El Salto de Juanacatlán”. Fotografía atribuida a Charles Reginald Enock (circa 1909).

Sergio Pablo Medina Pineda**

Un Salto de Vida (USV) es un colectivo creado entre pobladores de los municipios de El Salto y Juanacatlán, en Jalisco, México, “[…] que decidimos organizarnos tratando de encontrar respuestas a la depredación ambiental impuesta que sufrimos; por acción u omisión de las empresas y los gobiernos”1 . El conflicto socioecológico que enfrentan estas poblaciones, y al cual hace frente el colectivo, se expresa en la contaminación del agua superficial que alimenta al río Santiago y cruza entre el límite de los municipios mencionados. En sus propias palabras, se identifican como una ‘desorganización social’ debido a que, de un lado, actualmente la integramos personas2 que viven / vivimos en diferentes municipios y, de otro, a que mantiene un repertorio de acciones muy amplio, abierto a la constante reinvención de su forma. De la misma forma, su propia historicidad territorial ha vivido grandes cambios en sus luchas desde la industrialización del territorio a inicios del siglo XX y con más fuerza a partir de la década de los noventas. El Salto debe su nombramiento como municipio a las luchas sindicales importantes suscitadas en el territorio durante el siglo pasado. La lucha por la justicia es emblemática entre los pobladores de estos municipios, por lo que el movimiento social USV es heredero de esta trayectoria (Durand 1986: 165).

Parte crucial de la historicidad del territorio es su producción como municipio. A partir de un acuerdo entre el gobierno estatal y el sindicato de la textil, que derivó en el Decreto número 4927, se otorgó tierra perteneciente a Juanacatlán para conformar la nueva municipalidad de El Salto y ceder la administración política al sindicato. Es un espacio socialmente producido a partir de la industrialización que era prioritaria en la agenda progresista de México en la segunda mitad del siglo XX, durante los procesos conocidos como terciarización de las ciudades o como lo afirma la tesis neoindustrial (Rodríguez Bautista y Cota Yánez, 2006: 87). Actualmente el municipio comprende 41,5 km2 en los que se encuentra uno de los corredores industriales del país, con grandes fábricas de hule, alimentos, petroquímica, textileras, acereras, entre otras. Este proceso de industrialización se dio a la par de la creación de la zona metropolitana de Guadalajara (ZMG), con el objetivo de integrar municipios aledaños a la idea de una ciudad coordinada. Actualmente rige un modelo metropolitano organizado por una Junta de Coordinación de nueve municipios que conforman el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG), cuyo modelo de gobernanza es administrado desde el Instituto de Planeación y Gestión del Desarrollo del AMG (IMEPLAN). Los municipios que hoy integran el AMG son: Guadalajara, Zapopan, San Pedro Tlaquepaque, Tonalá, Tlajomulco de Zúñiga, El Salto, Zapotlanejo, Ixtlahuacán de los Membrillos y Juanacatlán, sumando una población de 5,243,392 habitantes3 , según los datos del censo de población y vivienda de INEGI 2020, siendo esta la segunda área metropolitana más poblada de México. Pero este crecimiento industrial posterior a los sesentas no mejoró las condiciones de vida por igual, sino que produjo espacios industriales que generaron altos niveles de contaminación, así como periferias de espacios habitacionales, muchos de ellos expuestos a los mismos daños causados por la industria y la nula regulación ambiental por parte del Estado. Entre estos espacios se cuentan la presa del Ahogado y el Salto, ambos con abundantes servicios del ecosistema para la reproducción de la vida común.

Durante el último proceso de industrialización en la Zona Metropolitana de Guadalajara, El Salto tuvo la función de recibir algunas empresas; sin embargo, no ha sido suficiente para desenvolverse como un municipio metropolitano exitoso, por el contrario, esto le ha atraído serios problemas en la dotación de servicios públicos y sociales hacia la población (Rodríguez Bautista y Cota Yánez, 2006: 85). El proceso de industrialización en El Salto, como en otras regiones rurales periféricas a las ciudades, leído en clave del territorio como categoría analítica, da razón a la lucha de USV como movimiento por la vida, anticapitalista y prefigurativa. Al respecto del territorio, Enrique Leff dice: El concepto de territorio condensa, mejor que ningún otro, el reanudamiento entre lo real y lo simbólico en el campo de la ecología política, entre modelos cognoscitivos, soportes materiales y acciones sociales en las formas humanas de ser en el mundo […] el territorio es “lugar” de significación de prácticas, hábitat de culturas, soporte del Ser, al tiempo que el ser cultural forja sus territorios simbólicos y existenciales en relación con lo real que habita (Leff 2004: 115). A propósito de su carácter anticapitalista, es claro que la contaminación no es una falla que puede ser ajustada por el mercado, sino la marca de las contradicciones del capitalismo, específicamente “[…] la contradicción entra las fuerzas y relaciones de producción y las condiciones de producción” (J. O’Connor, 1991: 113). En la compensación de la escasez y del exceso de producción de capital se crea una aparente estabilidad del capitalismo que “[…] puede explicar el declive de los movimientos obreros y socialistas tradicionales y el alza de los nuevos movimientos sociales como actores de la transformación social” (M. O’Connor, 1994: 113). En este sentido, O’Connor revaloriza el análisis de clase para comprender los movimientos sociales que surgen a partir del ecologismo y la defensa del territorio en contraste con las demandas de actores tradicionales

Desde el marxismo ecológico, que toma prestada la teoría marxista para dar lectura a los movimientos sociales llamados posmarxistas, la contaminación es entonces producto del deterioro de la primera condición de producción, o de las condiciones físicas externas. Estas se entienden como los servicios y bienes de la naturaleza y la propia fuerza humana, así como la fuerza de trabajo humana. La producción las destruye y las mercantiliza o usa como depósito de residuos tóxicos, mismos que terminan enfermando a las personas que trabajan en la misma sociedad que contamina (J. O’Connor, 1991: 116). El cambio de la matriz productiva de El Salto, es también el cambio de sus relaciones sociales de producción, es decir, su entrada al capitalismo industrial en los sesentas. Este cambio se da desde el poder centralizado de la ciudad. Ni siquiera es producto de su propio plan de desarrollo, sino como una imposición del gobierno estatal, construida desde una relación subordinada de centro – periferia. El efecto más palpable de este cambio es la contaminación del río Santiago. Para entender mejor esto, es preciso señalar que El Salto está ubicado en la desembocadura de una cuenca llamada Del Ahogado, que recoge la escorrentía de aproximadamente la mitad de la ZMG en superficie, pero la mayor parte de los afluentes industriales, ubicados al sur. Actualmente el municipio tiene un incremento poblacional importante debido a los cambios de uso de suelo recientes. De 83,453 habitantes censados en el 2000, la población incrementó a 232,852 en 2020 (INEGI, 2020), lo que significa un crecimiento del 180% con respecto a hace dos décadas. Se crean colonias enteras de unifamiliares4 con la intención de que más personas vivan en el municipio, aunque los servicios públicos no abastezcan a su población. En 2015 se midió la pobreza en situación de pobreza multidimensional, representando el 39,2% de la población y el 61,9% tiene al menos una carencia social (IIEG, 2018: 15). En 2020 la población en situación de pobreza moderada de El Salto alcanzó el 35.79%, 8.76% más alto que el promedio del AMG. La pobreza extrema fue de 5.36%, la más alta de los 9 municipios del AMG (CONEVAL, 2020). No es ninguna casualidad que el municipio que lleva por lema “Ciudad Industrial”, en el que se produce tanto capital, sea también el que encabece indicadores de desigualdad y pobreza extrema dentro de un sistema metropolitano que reproduce las dinámicas globales de exclusión entre centro y la periferia. No se puede hablar de El Salto sin mencionar los personajes que dan identidad al pueblo: el río y el salto de agua. Esta catarata, llamada entre los locales como “el Niágara mexicano”, solía tener más de 100 metros de cortina en forma de herradura con una caída de 20 metros de altura. Era el escenario de la vida social, el espacio en donde se reproducía la vida con los servicios que la naturaleza brindaba a los pobladores. Hoy en día este lugar representa una amenaza a la vida que le rodea. Las aguas están contaminadas con descargas domésticas e industriales, el flujo del agua se regula artificialmente. De la enorme cortina, apenas caen unos chorros de agua con fuerza y estos generan enormes cantidades de espuma tóxica y brisa que se extiende por los pueblos de Juanacatlán y El Salto. La apabullante presencia de este cáncer, que es la contaminación del río, ha sido experimentada y denunciada por las compas5 de USV desde hace décadas. Pero como veremos en la segunda parte del texto, el movimiento social por el río, que comenzó con una agenda ambientalista, hoy ha crecido hasta ser un movimiento articulado con afectados por la contaminación en una reivindicación de la vida, más allá de la contaminación del río Santiago y del canal Del Ahogado.

Localización geográfica. Fuente: Instituto de Información Estadística y Geográfica del Estado de Jalisco (IIEG), “Mapa General del Estado de Jalisco, 2012″.

Esta contaminación ha generado graves enfermedades como insuficiencia renal y cánceres entre la población más vulnerable (niñas y niños, personas de la tercera edad y quienes tienen enfermedades degenerativas), al grado de que incluso dentro del colectivo ha habido muertes por insuficiencia renal de menores de 30 años. Al respecto el colectivo sabe de la existencia de estudios sobre la gravedad de la exposición a la contaminación, investigaciones que fueron realizadas hace diez años y que han sido censurados e ignorados por parte del Estado. Por último, como cierre de esta contextualización del territorio y la organización que derivó de una lucha sindical, quiero recordar que, al día de hoy, el lema del municipio de El Salto es “Ciudad Industrial”. Subrayo esto puesto que, en mis primeras visitas al territorio, durante la segunda mitad del 2020, observar este letrero al entrar me llenaba la cabeza con la idea de contradicción. Esta idea se va a desarrollar como eje de la segunda parte del texto. Las contradicciones en la lucha por la vida En primera instancia, me gustaría resaltar que USV tiene un amplio repertorio de acciones colectivas que ha logrado ciertas reivindicaciones, pero que, además, reinventa la lucha misma por la vida. Las compas sostienen una relación con el Estado, representado como institución por el gobierno estatal y municipal, con algunas relaciones a nivel federal. Estas relaciones son contradictorias en tanto el Estado fue considerado como el espacio de la disputa política, en aras de revertir la situación y revivir el Río. No obstante, el colectivo opta por la autonomía y la articulación con otras luchas a lo largo de toda la cuenca Lerma – Chapala – Santiago. Es decir, para USV el Estado es un actor relevante en tanto perpetúa la contaminación, creando más inversión para corredores industriales y teniendo un bajo control ambiental sobre las fábricas. El Estado se hace responsable del tratamiento de aguas residuales domésticas, por lo que instaló una planta de tratamiento biológico en El Ahogado. En principio, no es facultad del Estado tratar metales pesados y otros contaminantes producto de los procesos de producción industrial, debido a que esta responsabilidad recae en las industrias mismas. En este marco, la facultad del Estado es de auditar los efluentes, pero como se sabe en la región, hay una escasa cantidad de inspectores y es bien sabido que muchas empresas emplean formas para conocer con anterioridad cuándo serán inspeccionados y prepararse para pasar las pruebas, o elijen momentos cuando no hay inspección para descargar los contaminantes a los cuerpos de agua superficiales y al aire. Esto deja a la población en una constante sensación de riesgo. Aunque el Estado niega categóricamente que las industrias contaminen6 , también es un hecho que a la planta de tratamiento del Ahogado se le instaló un sistema de bypass que cuenta con monitoreo en tiempo real de los contaminantes industriales. Las plantas de tratamiento que tratan descargas domésticas están diseñadas para que, mediante la actividad microbiana, reduzcan los niveles de coliformes fecales, así como tratar bajas concentraciones de grasas y aceites. Una sola descarga de compuestos tóxicos, como lo son los metales pesados, podría detener por completo la actividad biológica de los reactores, parando operaciones por completo hasta por seis meses. Por esta razón es que el mismo Estado monitorea la entrada de las aguas residuales a la planta del Ahogado, para que antes de entrar sean desviadas sin pasar por el tratamiento hasta la misma presa. En recorridos con USV y personal técnico del Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño del Estado de Jalisco (CIATEJ), se ha comprobado que el efluente ni siquiera cumple con tratar los niveles de coliformes que la ley les obliga.

A pesar de esto, el mismo Estado de Jalisco tiene una dirección de área dentro de la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial (SEMADET) encargada de atención a conflictos socioambientales. Esta situación ejemplifica otro tipo de contradicción, la del Estado como el generador del conflicto y al mismo tiempo el administrador del mismo. El Estado no es una institución neutra alejada de la historicidad de los procesos sociales, sino que debe verse como un proceso y relación social de dominación. Algo atravesado por las diferentes luchas entre los sujetos. La imposición del Estado como una relación social vinculada al sistema, hace que la veamos como un elemento crítico de la modernidad actual. En este sentido, USV pertenece a los nuevos movimientos sociales que superan la perspectiva estructuralista rígida de ver al Estado como objetivo (Wickham-Crowley and Eva Eckstein 2017), como lo vieron alguna vez los propios movimientos sindicalistas del territorio. Así mismo, el colectivo también ha sido víctima del aparato represor estatal. Una de estas intervenciones se dio durante las primeras acciones colectivas hace más de una década, en los entonces llamados ‘transecto’. En aquel entonces, USV se organizaban para recorrer el cauce del canal Del Ahogado y así identificar anomalías y contaminación. Como las compas cuentan, durante uno de los primeros transectos se detuvo injustificadamente a un miembro del colectivo por parte de la policía municipal. Después de 12 horas de desaparecido, cuando lo encontraron en la Comisaría detenido del otro lado de la ciudad en la madrugada, les pidieron que volvieran a la mañana siguiente, cuando hubiera ministerio público. Al volver, él ya no se encontraba ahí y no había ningún registro de su detención. Lo habían dejado en medio de una carretera, al norte de la ciudad, sin zapatos. Esto llevó al colectivo a reinventar una forma de hacer estos transectos, fue entonces cuando se creó su más famosa actividad: ‘el tour del horror’. A partir de ese momento, realizarían el transecto con observadores externos para la seguridad del colectivo. Entre los allegados más relevantes estuvo el rector de la universidad jesuita de Guadalajara ITESO, quién, a partir de esta experiencia, solicitó que los profesores de Tronco Común realizaran por lo menos un tour del horror por semestre. Al respecto de la seguridad, “Los descontentos encuentran oportunidades favorables para reclamar sus demandas cuando se abre el acceso institucional, cuando emergen conflictos entre las elites, cuando pueden conseguir alianzas y disminuye la capacidad represora del Estado” (Tarrow, 1998: 110). En este caso, se construye una alianza efectiva con una institución educativa privada como es el ITESO, con eco en muchos sectores de la población. En la universidad también se gestó lo que hoy es el Colectivo de Justicia Ambiental (antes llamado Por Nuestro Río), el cual mantiene estrecha relación con USV y difunde entre estudiantes privilegiados la grave problemática a la que se enfrentan en El Salto. Tilly (2000) trabaja esta relación de acción colectiva con el sistema político, los actores dentro de la disputa y a su vez el propio Estado. Relación pensada en términos de historicidad, analizando el contexto en que producen determinados procesos de movilización social o de identidad colectiva. Cómo los movimientos sociales van cambiando de acuerdo a determinadas tradiciones, formatos, nuevas relaciones -tanto internas como externas- que tienen que ver con los distintos objetivos y repertorios. En este tenor, es muy interesante escuchar de Graciela su teoría al respecto de la instrumentalización de los movimientos sociales por parte del Estado. Ella menciona que el poder traduce las demandas ambientales en modificaciones a las normativas para alzar las multas a las empresas. No hay un efecto en la disminución de la contaminación, pero sí en la corrupción y en la recaudación fiscal, alardeando a su vez de cumplir con la sociedad.

La contradicción es la marca de la teoría marxista, de la crítica entendida como la develación de las condiciones en las que ocurre la vida social y sus relaciones de dominación. Ante esto, USV hace una lucha por defender “lo que queda”. Muy parecido al “resto” del que habla Derrida (1995), a ese énfasis en lo que queda fuera, en este caso, sus vidas periféricas al sistema de producción y la naturaleza mercantilizada y usada como transporte de residuos tóxicos. El colectivo se esfuerza por crear una red sólida de trabajo a nivel regional, construyendo una autonomía política y en constante producción de saberes. La reunión celebrada el 12 de octubre del 2020 con el Congreso Nacional Indígena y representantes de más de 30 territorios afectados por megaproyectos y contaminación, es prueba de una marcha hacia abajo y a la izquierda. No se busca desenterrar luchas sindicales, que, si bien en su tiempo fueron grandes logros, hoy su fantasma se convierte en verdugo del pueblo permitiendo un desarrollo industrial impuesto ideológicamente por la centralidad del poder. Se trata de hacer rebrotar la vida donde parece imposible. En medio de la peste del río, se articula una lucha que crece entre la contradicción de la vida y la muerte. Ya sea por la reproducción social de la vida colectiva, de lo común, como la reivindicación de sustituir la dependencia al capital por la de los servicios de los ecosistemas o por una cuestión ontológica, que rompe con la separación entre sociedad y naturaleza (Descola 2002; Escobar 2014), la lucha por la vida es la antesala a redefinir el lugar de la naturaleza en el mundo social.


** Ingeniero ambiental. Maestrante en investigación de Estudios Socioambientales. FLACSO, Ecuador. Instituto de Planeación y Gestión del Desarrollo del Área Metropolitana de Guadalajara (IMEPLAN). Mp.sergiopablo@gmail.com

¹ Extraído de su página oficial de Facebook https://www.facebook.com/unsaltodevida/ about/?ref=page_internal

² El hacer investigación con el territorio me exige mi posicionamiento como militante y como investigador. Este es el tipo de observación participativa que nutre las reflexiones desde la pesquisa militante. Muchas notas son tomadas de mi diario de campo que utilizo en las diferentes actividades en las que he participado desde septiembre del 2020. Otras reflexiones hacen parte del análisis del repertorio de acciones colectivas que ya existían y presentan hoy una serie de adaptaciones producto del contexto vivido en la pandemia.

³ Con respecto al censo del 2010, la población del AMG creció un 16.6%.

⁴ Le llaman unifamiliares porque son viviendas de un solo dormitorio, pequeñas, construidas aledañas a los parques industriales. En principio, planificadas para la vida del obrero fuera del espacio de producción, la fábrica. Terminaron siendo hogares de familias enteras en condiciones de hacinamiento, con escasos servicios públicos como transporte, salud, educación. Son espacios repetitivos, de homogeneidad el diseño y tipo de vivienda y en la precarización de la vida, incluso en algunos casos con presencia del crimen organizado como administradores de condominios enteros.

⁵ Elijo intencionalmente llamar a los miembros del colectivo como “las compas” por dos razones: la primera es por usar el lenguaje con el que se identifican, siendo compañera y compañero, abreviado como “compa” y del cual también me recuerda que el texto lo escriben ellos con sus voces a las cuales les doy eco. El segundo es que decido “las” como plural porque si bien hay hombres en la lucha, las mujeres predominan en número y en voces, de quienes agradezco principalmente las de Sofía y Graciela.

⁶ De hecho, continúa favoreciendo el ingreso de industrias nacionales y transnacionales, independientemente del cambio de partido político reciente. Pese al programa “Revive el Río Santiago”, implementado por la actual administración estatal de Enrique Alfaro (2018-2024), el Estado permite las inversiones millonarias para crear más corredores industriales en la misma subcuenca.


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Este artículo fue publicado en el Boletín #5 “Anticapitalismos y narrativas emergentes” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)

https://www.clacso.org/boletin-5-anticapitalismos-y-narrativas-emergentes/


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