Activistas, ejidatarias y defensoras del territorio de distintas regiones de Jalisco, participaron en el conversatorio: Guerra y violencias contra las vidas campesinas. Mujeres de El Grullo, El Limón, San Gabriel y Gómez Farías levantaron su voz para compartir sus experiencias y conocimientos.
Por Susana Rodríguez
14 de Mayo, 2024
Guadalajara, Jalisco.- La defensa del territorio implica no sólo la lucha por la tierra, sino también la soberanía alimentaria, la pertenencia, identidad, salud, es toda una forma y visión de vida. Esto lo compartieron diversas mujeres activistas, ejidatarias y defensoras del territorio en el marco del conversatorio: Guerra y violencias contra las vidas campesinas, en el Seminario permanente Agravio y Justicia 2024, organizado por el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara en conjunto con otras organizaciones civiles.
En este espacio de diálogo, las mujeres compartieron desde sus experiencias y conocimientos, cómo son las violencias, cómo las han enfrentado y cómo pueden romperse algunas ideas preconcebidas como esa, que hace creer que el campo y la ciudad son dos dimensiones separadas.
Evangelina Robles González, del colectivo Por la Autonomía, de El Grullo
En su intervención, Evangelina habló de la relación de años construida entre las diferentes mujeres que han hecho trabajo desde sus espacios familiares, comunitarios, educativos y que todas han coincidido en los espacios de lucha y resistencia; entre otras cosas contra la invasión de las empresas agroindustriales transnacionales.
“Nosotras estamos en El Grullo, Jalisco, pero mucho tiempo trabajamos también en el norte del estado con las comunidades wixarritari en la defensa de su territorio y ahí aprendimos que no nada más es pelear por un pedazo de tierra, sino por un espacio territorial amplio, que te permite como colectivo desarrollar tu propia historia, lenguaje, manera de relacionarte con la naturaleza”, compartió Eva.
La lucha por el territorio implica generar espacios para construir un sueño -tanto en las ciudades como en las comunidades- sin embargo, el gobierno que ha promovido al estado como “Gigante Agroalimentario” ha financiado a nivel nacional e internacional proyectos que imponen un ordenamiento territorial, donde los grandes capitales son los deciden qué se produce y a dónde va.
A estas empresas lo que les interesa son las mercancías agrícolas, no el territorio.
Evangelina compartió, que ellas son sólo una muestra de muchas mujeres más que están buscando desde sus espacios mantenerse en la lucha.
Doña Trinidad De la Cruz, de San isidro en el municipio de San Gabriel
Doña Trini es una ejidataria preocupada por el acaparamiento y el monocultivo que se ha ido propagando en su comunidad. Su vida está enmarcada en la lucha que desde hace más de 80 años han emprendido por la defensa de su tierra contra las empresas, principalmente productoras de aguacate.
“Es una desesperación y una tristeza ver las tierras cómo las van convirtiendo en otra cosa, que no se siembra maíz o algo que podamos comer, yo como ejidataria les digo a mis hijos que necesitamos sembrar, pero ahí ya no hay agua”, expresó en el conversatorio.
Para ella -además de la lucha- algo que es fundamental es enseñar a las nuevas generaciones a trabajar y amar la tierra, sin embargo para ellos es cada vez más complicado sembrar porque las empresas agroindustriales han acaparado el acceso al agua que no comparten con la comunidad.
Modesta Guerra de San Andrés Ixtlán en el municipio de Gómez Farías
En su intervención, Modesta recordó que en el 2020 la Universidad de Guadalajara hizo un estudio sobre la alimentación de una familia, para saber qué comían, de dónde llegaban sus alimentos y si contenían plaguicidas -que al igual que en El Mentidero- encontraron presencia de residuos tóxicos en el organismo de las personas a las que les hicieron pruebas.
Desde hace tres años, diversas familias en San Andrés están trabajando para convertir los espacios de siembra de esta zona con cultivos orgánicos; en gran medida la labor ha sido de forma independiente porque el gobierno no los apoya.
Después de la experiencia del estudio que comprobó la presencia de plaguicidas en la sangre, para Modesta es fundamental que las personas se preocupen por saber qué es lo que comen, de dónde viene y si está producido de manera natural sin contaminación de sustancias tóxicas.
“Estamos bajo el mismo cielo, vivimos las mismas penurias, el agua se no está acabando, tenemos que unirnos para poderlos enfrentar”, argumentó.
Ana Paola Uribe, de La Ciénega del municipio de El Limón
Para Ana Paola como asesora de procesos agroecológicos es esencial que existan espacios para conocer la realidad de la vida campesina y del medio ambiente, para dejar de romantizar la vida del campo y al mismo tiempo entender que la agroecología no es una moda, ni una etiqueta, si no más bien la recuperación de los conocimientos de las y los abuelos que trabajaron el campo.
“La realidad que se vive en la vida campesina es una cuestión de desplazamiento, rechazo a las personas, el gigante agroalimentario no sostiene una vida campesina que quiera producir orgánico o para autoconsumo, que es lo que todos deberíamos buscar”, agregó la especialista.
Luz Marcela Paredes, agricultora, huertera urbana
Ella creció en la ciudad de Guadalajara, su papá era campesino, parte de la resistencia en defensa del territorio en la comunidad de Mezcala – que en 2022 recuperaron su territorio- él la encaminó para dedicarse a los huertos urbanos.
Luz Marcela se dio cuenta que podía seguir en la resistencia en la preservación de las semillas, es así como ella ha buscado conservar y vincularse con la tierra desde el entorno urbano.
Mujeres en defensa del territorio
En el diálogo, las mujeres abordaron temas como que la agroindustria promueve la venta de una sola variedad de maíz y jitomate, cuando en realidad existen varias, con el fin de controlar la alimentación, porque eso es un gran negocio.
Por otro lado -por ejemplo- en la región del sur de Jalisco, las grandes transnacionales están usando el territorio para sembrar productos que no son propiamente para la alimentación de la población, como: aguacate, berries, cherries, uvas.
Para las mujeres defensoras del territorio, uno de los tantos problemas de la instalación de las empresas agroindustriales es que no se puede tener una vida digna si lo que se busca es hacer negocio con los alimentos.
La agroecología es una forma de vida que ya se practicaba en generaciones anteriores, las activistas plantearon que no debe ser un slogan, ni una moda -desde la perspectiva académica o política- debe verse en su justa dimensión desde lo que realmente es, sin romantizarlo.
Otra de ellas, dijo que es importante tener en consideración que la práctica de la agroecología, efectivamente rescata conocimientos tradicionales frente a la devastación, es hacer lo que hacían los abuelos, pero en una tierra que no está en las condiciones en las que estaba antes.
El presentador de las invitadas, casi al final del conversatorio puso sobre la mesa algunas reflexiones como cuáles son los retos de la lucha por la tierra en siglo XXI -que no es sólo el tema solo de la propiedad- si no cómo esta se vincula con la lucha de la alimentación, se conecta con el tema de la tierra, el trabajo por la subsistencia.
Este artículo fue originalmente publicado en la página de Letra Fria.